Es una de las flores más características de los Alpes. Como crece en las rocas calcáreas, nunca o casi nunca se encuentra en lugares fáciles de alcanzar, sino en los picos o en las paredes de las montañas, entre las rocas, por lo que recoger edelweiss es siempre índice de coraje y valor. Su aspecto es tan característico que se puede reconocer entre mil distintas especies alpinas: un tallo de unos 15 centímetros de alto que se eleva de una roseta de hojas plateadas, carnosas y peludas. Sus flores son pequeñas y se reúnen en la forma característica de las flores compuestas. Su color es amarillo algo verdoso. Su aspecto, la pelusa que le da la morbidez y aterciopelamiento y su color casi blanco, le proporcionan la parte más característica y original de la planta. Aunque sea una planta típicamente alpina, no es exclusiva de esta zona, encontrándose abundantemente en los Pirineos, en los altos montes asiáticos y en el mismo Everest, incluso por encima de los 5.000 metros.
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